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DIARIO de TERUEL. Sábado, 27 de noviembre de 1993

EL AMOR EN LA EDUCACIÓN

D. José María Arroyo

   

Cada 27 de noviembre, con la conmemoración escolar, actualmente no feriada, de San José de Calasanz, llega la cita de hermandad entre los miembros del Magisterio Nacional. Este día es una ocasión para unirse en actos de hermandad limpia y para reafirmarse en la aspiración constante hacia la obra educativa bien hecha.

A quienes dedican la vida entera a la educación, desde la formación en los valores morales y en la preparación en los deberes y derechos de la libertad y dignidad humana, viene San José de Calasanz a llenar el alma de nuevas ilusiones y a recordarles el mensaje de su pedagogía clarividente, ingeniosa, práctica y amorosa.

Desde la perspectiva que me proporciona la lejanía impuesta por la jubilación y con la añoranza creativa de la escuela a la que consagré mi vida, me permito hacer unas reflexiones sobre un aspecto de la educación en el que el patrono de la escuela popular, San José de Calasanz, es un ejemplo a imitar por quienes tienen la responsabilidad de educar a los niños y adolescentes. Me estoy refiriendo al amor en la educación. 

A la vista de las estadísticas sobre la delincuencia y criminalidad juveniles, los miles de malos tratos a menores, el fracaso y la inadaptación escolares, el número de los niños abandonados, el afán por la búsqueda de evasiones deshumanizadoras de muchos jóvenes, la falta de motivación en el estudio y el el trabajo y la constatación de  que muchas personas disponen de todo menos de lo que más necesitan, uno se siente sacudido interiormente y no puede evitar sentirse preocupado, tanto más cuanto que todo esto se produce en sociedades muy "pagadas" de sí mismas y que se creen en la vanguardia del progresismo.

Muchas son, sin duda, las causas y varios los agentes sobre los cuales recae la responsabilidad de esta situación, pero ¿no estará la raíz del mal en el olvido de los aspectos afectivos y morales en la educación que se imparte en la familia, en la escuela y en la sociedad? 

 La pedagogía, al igual que las otras ciencias, ha evolucionado positivamente en muchos aspectos, pero a caso se le esté dando un tono excesivamente técnico -encuestas, porcentajes, planes, instrumentos, diseños curriculares, etc.- y deshumanizando en exceso.

Cuando se habla de educación se piensa poco en la persona y demasiado en el método y en el instrumento. Sin embargo, no hay que ver en la educación una técnica sino una entrega, una devoción. La técnica debe estar al servicio de la devoción y no a la inversa. Se diría que no creemos en la intuición y en la fuerza del amor para conocer el ser humano.

No es posible educar sólo con un buen cerebro, con leyes minuciosas y sofisticados instrumentos. Ha de meterse el corazón. Y es con el corazón, más que con el cerebro, como podremos conocer y educar a la persona. El amor lleva al educador a ser competente y responsable con su profesión, admirador y amigo de sus educandos, condiciones indispensables de eficacia educativa.

El niño que no respira un clima de amor en la familia, en la escuela y en la sociedad de la que forma parte, deja de ser niño. Pasa, de pronto, a persona mayor, con todos los inconvenientes de unas etapas no vividas con normalidad.

El niño advierte claramente cuando no le aman, cuando le aman por obligación y cuando le aman por amor. El amor al niño no es satisfacer sus caprichos; es una dedicación generosa a él; es un gesto, una mirada, una caricia, una palabra que se parece a las otras y se distingue de ellas. Al niño hay que amarle aunque no nos corresponda, ya que el amor del niño es egoísta, como lo son todos los principios amorosos entre los adultos.

El niño, además de sentirse amado necesita ver que los mayores se aman de verdad. Si lo que predomina entre los adultos es la incomprensión, el distanciamiento, el egoísmo, la falta de ideales superiores y la soledad, el niño sentirá miedo de llegar a ser mayor, se despreocupará de los demás y centrará su actividad únicamente en satisfacer lo instintivo e inmediato de sus apetencias.

Si envolvemos al niño con ropajes del amor sincero, incluso antes de nacer, tendrá grandes probabilidades de ser equilibrado. En el amor está el éxito de la educación. "La eficacia de las instituciones educativas depende más de la naturaleza espiritual de aquel en cuyas manos se halla el trabajo de formación que de cualquier otra medida". (A. Ferriére).