volver

Recuerdos de un domingo por la tarde

  Lo mejor de los recuerdos de juventud es que la vida pasa por delante de ti poco a poco, reviviendo generalmente instantes bonitos de tu vida, aquellos momentos que dejaron impregnada tu memoria de amistad, diversión, entusiasmo y muchas mariposas.

Casi tres años de mi vida, de los 14 a los 16 y algunos meses, estuve disfrutando de los “guateques del casino”. Se hacían los domingos por la tarde. El pincha era Enrique Moreno y el ayudante Fernando Sureda. Que buenos momentos pasé, esperaba el día con mucha ilusión, venía mucha gente del barrio y alrededores, todos con muy buen rollo, en aquélla época pocos conocían las drogas y el respeto hacia los mayores y pequeños estaba mucho más acentuado que ahora. Los padres contentos porque sabían que estábamos al lado de casa y no teníamos que ir a Barcelona, al Pussi cat o el Evolution, sitios a los que a mi no me dejaban ir.

Pinchaban media hora de rápidos y la correspondiente de lentos, te sentabas y esperabas que el chico que te hacia tilín te pidiera para bailar, y veías con desagrado que le pedía a otra, y claro a bailar con quien te pedía o sentada a esperar los rápidos.

Los chicos no eran demasiado generosos y cuando subíamos al Casino a buscar nuestras bebidas, pocos eran los que se acercaban a invitarnos. Nuestros padres confiaban en nosotras y no estábamos permanentemente custodiadas por ellos y pese a nuestra corta edad no venían a husmear por el Local Social.

Aunque la luz era bastante tenue, típico de las discoteques, por el local se podía encontrar de todo, grupos de chicos, de chicas, mixtos, todo muy bonito. En esa época iba a tope, trabajaba, estudiaba en la Academia Premier y jugaba a balonmano, por lo cual esperaba con mucha ilusión esos momentos de diversión en compañía de mis amigos Pili Nogués, Fernando Sureda, Ramón Nogues, Miguel Ángel Pico, Ramón Pico, Maribel Hernández y algunas veces con las amigas del balonmano, y aunque solo buscaba diversión, esperaba que me pidieran para salir a bailar los lentos los chicos que me caían bien, el hermano de mi amiga, mi vecino, sino, esperaba a los rápidos para bailar con mis amigas.

Todo acababa a las 21 h. que en invierno era la hora de recogerse las chicas, y yo como vivía delante, no tenía ningún problema. También se hacían fiestas en verbenas y Nochevieja, después de Misa de Gallo, a la cual íbamos todos y la Iglesia estaba a tope, y Fin de Año, después de las uvas, la verdad es que el barrio en esos momentos era perfecto.

 Antonia González Borrull