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HISTORIA DE LOS MARIANISTAS EN EL BARRIO  (1956-1977)

 

A principios de los años 50, los Marianistas tenían la necesidad de disponer de una casa escuela o colegio, en Barcelona, para que los jóvenes religiosos de la congregación pudieran seguir estudios universitarios en ciertas carreras que en los centros de Zaragoza y Valencia no podían seguir.

Primero fue el Párroco de Olesa de Montserrat quién durante años ofreció a los Marianistas la escuela parroquial, que fue desechada como otra en Premiá de Mar por lo distanciado de la capital, que es donde estaban las facultades. Se fueron a ver diferentes edificios en la ciudad  Condal, que fueron desechados por pequeños o por caros.

La numerosa colonia de antiguos alumnos Marianistas establecidos en Barcelona, abrigaba la ilusión de contar para sus hijos, con un centro de educación semejante al que ellos tuvieron. En 1952 con la celebración en Barcelona del Congreso Eucarístico Internacional, vino el Superior General de la Compañía de María, Padre Silvestre José Juergens. Se le obsequió con un precioso cáliz, como piedra simbólica del futuro colegio. Debería ser para la clase media, pero el Arzobispo Don Gregorio Modrego sugirió que el primer colegio Marianista en Barcelona fuera para las clases populares.

Después de años de búsqueda y de desechar diferentes ofertas, en 1955, la empresa Seat les propuso a los Marianistas dirigir el futuro colegio que se preveía abrir en poco tiempo para los hijos de los trabajadores.

 El subdirector de Seat don Vicente Fernández Urrutia, tenía un hijo en un colegio Marianista de Vitoria, y propuso al Consejo de Dirección, que esta congregación fuera la que dirigiera el colegio de niños. Por su parte el director don Francisco Lozano Aguirre, que tenía una hija como religiosa con las Asuncionistas, propuso que fueran estas las que se hicieran cargo del colegio de las niñas.

Los Marianistas contaban con la autorización episcopal  del Sr. Arzobispo, Monseñor Modrego, para establecerse en Barcelona desde octubre de 1955. En estas fechas aunque había niños, no se disponía de colegio. Mientras se construía se admitió como local provisional, el entresuelo de una casa-vivienda, donde tirando tabiques se consiguieron dos aulas.

 Para acelerar, en lo posible, la apertura de la escuela, el Sr. Inspector, Jesús Martínez de San Vicente, viajó a Barcelona la Nochevieja de 1955.  En la primera quincena de 1956, estaba todo solucionado, el local habilitado en los bajos de la letra ”X” tenía pupitres y estaban inscritos unos 70 niños entre 6 y 10 años, que cosa curiosa excepto tres o cuatro con apellidos y nacidos en Cataluña, la mayoría eran emigrantes andaluces, extremeños y murcianos. 

 

                                           Primera etapa (1956-1967)

 

 Los dos religiosos que tenían que llegar comerían y dormirían en la residencia de solteros, y se desplazarían a la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Port para la Santa Misa. Estaban en Valencia, cuando recibieron la orden de venir a Barcelona, fueron don Ildefonso Salazar y don Juan Domingo Madinabeitia, que llegaron el día 13 de enero de 1956, el día 16 del mismo mes empezaron las clases.

El nombre que se le puso a la escuela fue Nuestra Señora del Pilar, nombre que según las crónicas no satisfizo al Director de Seat don Francisco Lozano.

Sabiendo que las familias del barrio eran obreras, pensaron que no era prudente que el sueldo del profesorado fuera excesivo. En el contrato con Seat se estableció el sueldo de jefe de 2ª para los maestros y de jefe 1ª para el director.

En 1956 llegaron el Padre Blas Fernández y don Antonio Tomé. Se construyeron rápidamente los dos colegios con dependencias para sus respectivas comunidades y capillas para el culto

Las clases en el nuevo colegio empezaron en enero de 1957. En 1959 don Ildefonso recibió otro destino reemplazándole don José Olaciregui.

En 1960 llegó el Padre Celestino Moraza Martínez, procedente de San Sebastián, por traslado del Padre Blas Fernández. Aunque jurídicamente dependía de la Parroquia de Nuestra Señora del Port, por la distancia y razones sociológicas se le permitió realizar los actos de culto en las capillas de los colegios.

Durante años las cosas parecían que funcionaban bien entre los padres, la empresa y los religiosos. Pero poco a poco el ambiente se fue enrareciendo, en parte por la intervención exagerada de la empresa, profesorado auxiliar femenino joven y poco formado, elegido directa o indirectamente por ésta, plan de estudios fluctuante, cohabitación del colegio y la parroquia. Una serie de problemas que al no poner remedio en un primer momento se convirtió en un problema importante.

Los religiosos habían cambiado en ocho años a 20 profesores, eran muy jóvenes y en el año 1964 solo un Marianista tenía el título oficial exigido para la Escuela de Primaria, aunque la mayoría tenían sus titulaciones superiores.

En estas fechas los alumnos sobrepasaban los 400 pero los profesores seguían siendo 7, como en el año 60. Las señoritas profesoras auxiliares igualaban en número a los profesores y todavía había tres auxiliares mas encargados de las materias de Gimnasia, Formación en el Espíritu Nacional y taller para los preaprendices.

En el curso 63-64 el colegio estaba organizado de la siguiente manera:

·       4 cursos de Enseñanza Primaria.

·       1º y 2º año de Bachillerato.

·       1º y 2º año de Preaprendizaje .

Este plan de estudios en el cual los niños solo tenían acceso a una enseñanza limitada, no era el mas apetecible y generaba controversias. Los Marianistas no mandaban profesores porque la empresa no construía, y ésta no construía porque los Marianistas no enviaban profesores. Mientras tanto el colegio no llenaba las aspiraciones de muchos padres.

 

 

                                    Segunda etapa.  (1967-1974)

 

Una de las ideas de la empresa con la apertura del colegio, era conseguir que los hijos de los trabajadores, como personas comprometidas con la empresa, pasaran a formar parte de ésta, o como profesionales bien preparados pasando por la escuela de aprendices o en cualquier otro puesto. En estos tiempos el compromiso de los trabajadores con la empresa era tan grande  que a la empresa se le llamaba “la casa”.

Con la llegada de un nuevo grupo de jóvenes Marianistas en 1967, con ganas de trabajar y no de estar sometidos a la empresa, la dinámica varió. Los estudiantes tenían la posibilidad de terminar 4º de bachillerato en el colegio y presentándose en grupos reglados al Instituto Milá i Fontanals, daba la posibilidad a los hijos de los productores de poder escoger su propio destino. Muchos decidieron seguir sus estudios en otros centros y no ingresar en la empresa.

Todo esto creo un malestar entre los religiosos y la empresa, que empezó a quitar las subvenciones que se daban para reglas, lápices, gomas, etc. A su vez esto creo un problema con los padres que veían que sus gastos empezaban a aumentar.

El cambio del bachillerato por la Educación General Básica (EGB), permitió al colegio hacer los exámenes en el mismo centro y que los niños no tuvieran que desplazarse al instituto. Se relajó un poco la tensión entre los religiosos y la empresa, al ser una cosa impuesta por la creación de la nueva ley.

Las actividades extra escolares como deportes, escultismo y las complementarias generadas por la labor conjunta del colegio y la Parroquia, fueron en aumento generando un dinamismo que, aún hoy, muchos recuerdan como los mejores años del barrio.

 

 

                                  Tercera etapa.  (1974-1977)

 

Estos años fueron los de la transición política en España y, también, los de la transformación de la empresa SEAT. El mercado del automóvil se abría al exterior y la empresa tuvo que reestructurarse reduciendo sus gastos y ajustando la plantilla. La reducción drástica de los “gastos sociales” fue una de las primeras medidas que se adoptaron en este sentido, la empresa traspasó los servicios públicos del barrio al ayuntamiento, vendió los pisos a los obreros inquilinos y ofreció gratuitamente los colegios a los religiosos que los habían dirigido desde el principio, el de chicos a los Marianistas y el de chicas a las religiosas de la Asunción.

Los religiosos y las religiosas no podían aceptar la oferta porque habría supuesto que los colegios pasaran de ser totalmente gratuitos a ser de pago, ya que, en aquel momento, no existía lo que hoy se conoce como “concierto” del Estado con la enseñanza privada, ni ningún otro tipo de subvención oficial. En este estado de cosas, optaron por retirarse voluntariamente al final del curso 1976-1977, dejando la dirección de los colegios directamente en manos de la SEAT.

A partir de ese momento, la empresa negoció el paso de los colegios a manos de las administraciones públicas, que unieron los dos colegios en uno solo, mixto, derribaron el colegio de las chicas, ampliaron y mejoraron las instalaciones del de los chicos para albergar al unificado y le cambiaron el antiguo nombre, “Colegio Nuestra Señora del Pilar”, por el actual, “Colegio Público SEAT”.